Lucio Fontana Lucio Fontana
08.09.22-19.11.22
La Galería Helga de Alvear presenta una selección de esculturas cerámicas, varios concetti spaziali e importantes obras en papel, ambienti spaziali de Lucio Fontana (1899-1968), realizadas entre 1938 y 1960. El artista argentino-italiano dedicó su vida a la escultura y a la búsqueda de una nueva dimensión en el arte.
Lucio Fontana nació en 1899 en Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina, de padres inmigrantes italianos. Pasó sus primeros años en Milán, donde se matriculó en una escuela de ingeniería. Al regresar a Argentina en 1922, trabajó en el estudio de su padre, un escultor especializado en monumentos funerarios. A finales de la década de 1920, regresó a Italia para aprender escultura con Adolfo Wildt. Tras licenciarse comenzó a llevar a cabo una ruptura con el lenguaje formal académico, sentía que las terminologías del arte lo encorsetaban cuando él se consideraba un “artista espacial”.
En 1939 regresó a Argentina y fundó la escuela de arte de Altamira, donde más adelante surgiría el Manifesto Bianco(1946), que abogaba por la síntesis de las artes, la abolición de los materiales convencionales y propagaba en su lugar las dimensiones del tiempo y el movimiento en el espacio.
En 1947 a su vuelta a Milán funda el Movimiento Spaziale. Crea las primeras obras según su nueva concepción del espacio que recogía el tratado Manifesto Bianco, y a partir de este momento, Fontana se referiría a sus obras como concetto spaziale.
En los talleres de cerámica de Albisola trabajó formas naturales, amorfas y amontonamientos, donde el material plástico se convertía en el centro de investigación de sus posibilidades espaciales. Fontana se defendió contra los que le reprochaban el carácter artesano de sus cerámicas: “Io sono uno scultore e non un ceramista”.
Lucio Fontana © Joaquín Cortés
Lucio Fontana © Joaquín Cortés
Lucio Fontana © Joaquín Cortés
Lucio Fontana © Joaquín Cortés
Lucio Fontana © Joaquín Cortés
Lucio Fontana © Joaquín Cortés
Lucio Fontana © Joaquín Cortés
Lucio Fontana © Joaquín Cortés